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jueves, 8 de noviembre de 2012

Cuando el cuerpo se acostumbra a lo bueno

Hay un dicho muy utilizado por estas tierras que dice que el cuerpo es sabio e inteligente y sabe adaptarse y acostumbrarse rápidamente a aspectos beneficiosos como puede ser tomar la costumbre de una buena siesta, la de estrenar un coche y olvidarte de "la tartana" que has tenido toda la vida, o por ejemplo, la de estar quince días en la playa y "enfadarte" cuando se terminan las vacaciones, cuando sin embargo antes jamás has podido veranear.

En esta misma línea, quiero expresar en mi blog el aburrimiento y la extrañeza que mi cuerpo experimenta en las noches con fútbol intersemanal europeo.

Uno, que siempre ha vivido y crecido con la historia que tu padre te contaba lleno de orgullo y satisfacción de que nuestro Sevilla había conseguido la proeza de remontar un 2-0 al PAOK de Salónica, endosándole cuatro goles en el Ramón Sánchez Pizjuán en la época en la que jugaba un tal Pintinho a mediados de los años 80.

Cuando uno iba creciendo, año tras año se conformaba con rozar la clasificación para participar en la Copa de la UEFA. Luego, algo más crecidito, podía comparar con su padre hazañas europeas, porque también en Grecia, ante el PAOK también, en una tanda de penalties donde el maestro Araujo radiaba el partido desde la habitación de un hotel donde se le fue la conexión en el último lanzamiento de penalty, un Sevilla entrenado por Vicente Cantatore y con jugadores como Unzué y Diego (último lannzador), consiguió eliminar nuevamente al conjunto griego.

Como nos molaban las batallistas griegas, ese golazo de Suker ante Olimpiacos en la prórroga y de falta directa jamás lo olvidaré, así como la cara de felicidad de un siempre cuestionado y aplaudido Rafa Paz celebrando el tanto.

A esto es a lo que apirábamos los sevillistas. Nací en 1975, pero los que me preceden saben que no miento, al menos así me lo transmitió siempre mi padre. Él decía: "hijo, somos el Sevilla. ¿Qué quieres que hagamos?". Y muy orgulloso de sentir y disfrutar con mi equipo.

Pero claro, llegó el siglo XXI y la fuerza de del Nido al coger la presidencia, de Monchi al acertar con fichajes de coste cero y al excelente tranajo de Joaquín Caparrós con "jugadores baratos" pero muy profesionales, hizo que nuestro Sevilla participase durante ocho temporadas consecutivas en Europa. Y encima ganamos todos los títulos que conocen las generaciones más nóveles.

Es por eso que mi cuerpo se ha acostumbrado en la última década a preparar un bocadillo en noches europeas y acudir al estadio a ver a nuestro Sevilla. Algo tan habitual en los últimos años como inusual en mi vida como sevillista y que ahora echo de menos una barbaridad.

Habrá que tener paciencia y esperar a ver si se revierte este deseo caprichoso que tengo. La esperanza no la he perdido pero espero y deseo de corazón que mi cuerpo no se acostumbre a vivir sin noches europeas, porque lo que se dice costar, cuesta digerirlo y mucho.

Y es que una vez que alguien prueba el jamón de bellota, es difícil que le siga gustando el de york, y si encima se lo venden como si fuese ibérico, pues mucho más difícil resulta.

1 comentario:

Rafael Sarmiento dijo...

Tenemos la misma edad (más o menos), pero yo me acuerdo perfectamente del 4-0 al PAOK. DE hecho, tengo el ejemplar de la revista Sevillismo en el que viene la crónica del mismo. La guardo como oro en paño.

Esto que cuentas nos pasa a todos. Y a mí, yendo más allá, me aterra la idea de volver a lo que éramos. A celebrar en la Puerta de Jerez una clasificación para la UEFA o un gol parecido a ese de Suker como si fuera el de Luis Fabiano en Eindhoven.

Ojalá no sea así.

Un saludo.